sábado, 8 de octubre de 2016

La paz como un derecho

Artículo 22. La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. 

Constitución Política de Colombia. 1991

Nuestro país se encuentra en el momento histórico más relevante de su historia desde el grito de Independencia, ya son más de 200 años de una particular democracia en la que hemos sufrido 9 guerras civiles, una patria boba, el frente nacional, 16 constituciones políticas, la separación de Panamá, los carteles del narcotráfico y sus capos, las guerrillas y autodefensas, todo un historial y repetición de luchas entre clases sociales y políticas por el poder político y el control económico, dentro de un marco multirracial que no consolida una identidad nacional.

Aunque contamos con una de las mayores biodiversidades y reservas de recursos naturales padecemos la pobreza y la escasez, principalmente perpetuamos problemas como la desigualdad social y económica, corrupción, concentración de la riqueza, violencia generalizada y habitual, delincuencia común, bandas criminales, pero el mayor lastre que frena cualquier impulso de desarrollo es la pobreza cultural y de espíritu, hemos incluso creado términos para esta infrasociedad: zoociedad,  chibchombia, colombianada, etc. Con ellos intentamos describir coloquialmente o en tono de humor, si se puede uno reír de sus desgracias, una serie de actitudes y desordenes aceptados popularmente, es decir nos reímos de lo que nos debería avergonzar. También existen ciudadanos destacables y brillantes que han hecho olvidar por momentos nuestras carencias pero no logran inspirar a una sociedad resignada y ­­­­­autocondescendiente.

Y ya viviendo el siglo XXI con un desarrollo acelerado de la tecnología, en un contexto mundial de globalización, bajo la nueva estructura social de occidente que promueve la igualdad y el respeto por los derechos humanos, estamos definiendo la transición más difícil de este lado del hemisferio, dejar atrás más de 50 años de violencia, muerte, dolor y destrucción para entrar en la nueva etapa de paz estable y duradera.
Las intenciones y la oferta de paz vienen a ilusionar a una generación marcada por la guerra, aturdida y desconcertada por la sucesión de noticias fatales y el recrudecimiento de la violencia y sus atroces métodos, ante esta perspectiva y con nuestros antecedentes de fracasos y empeoramiento del conflicto todos vemos nuestras esperanzas puestas en el final de esta pesadilla y soñamos con un mejor porvenir.

Hasta aquí la reflexión es compartida por la mayoría pero el resultado del plebiscito nos ha despertado súbitamente y nos enfrenta a una realidad inesperada que no estaba en los planes del gobierno y que decidió la ciudadanía con su voto, esto no significa que entramos en una crisis de la democracia sino más bien es la oportunidad de fortalecer la participación y la exposición más precisa de la paz que garantiza este acuerdo, no es el momento de reproches entre los diferentes sectores y su punto de vista ni de temores por volver a las desgracias del pasado. Si este acuerdo es tan conveniente como las partes firmantes lo afirman entonces debe soportar el análisis y los ajustes que de su revisión y discusión procedan.

La paz estable y duradera necesita el consenso y sobretodo comenzar con signos y gestos suficientes de reconciliación, reparación y retractación, todo dentro del marco de la justicia y la legalidad pues de otra manera en aras de la paz sacrificamos el estado de derecho creando un terrible precedente que perjudicaría el futuro del país y desacreditaría la máxima de justicia imparcial, proporcional y retributiva.